Los espacios dan forma a nuestro comportamiento, salud y felicidad. Está científicamente demostrado que la proximidad a la naturaleza, o el hecho de observarla, puede ayudarnos a reponer nuestra capacidad mental y atencional, volviéndonos mucho más productivos. Nos permite relajar nuestra actividad cerebral, de manera que nos sintamos más descansados y renovados cuando retomemos una actividad. Por eso surge la neuroarquitectura, para examinar el impacto sensorial del diseño en nuestras emociones, interacciones y comportamientos.
Siempre recomiendo traer la naturaleza al hogar. Si no contamos con grandes ventanales para disfrutar nuestro exterior, podemos, dependiendo del espacio, incorporar plantas de interior u otros elementos que nos brinden paz. El acceso a espacios o elementos verdes crea una sensación de amplitud e incrementa la productividad, mejorando el estado de ánimo de las personas.
Por su parte, la luz y el color también influyen muchísimo, ya que la iluminación juega un papel esencial en nuestra experiencia y movimiento dentro de un espacio. La luz natural promueve la concentración y crea una conexión con el exterior, mientras que los tonos que se asemejan a la naturaleza–los amarillos, verdes y azules–tienen el poder de beneficiar nuestros estados de ánimo, reduciendo el estrés e incrementando el bienestar.
En cuanto a las estructuras arquitectónicas, los techos inciden en la concentración de las personas. Los techos altos son excelentes para realizar proyectos creativos, y los bajos son ideales para el trabajo rutinario. Por otro lado, como los espacios cuadrados tienden a percibirse como encerrados, se favorecen los rectangulares. Los ángulos suaves crean la sensación de comodidad y seguridad, en contraste a los ángulos rígidos, que pueden crear estrés y ansiedad.
NEUROARQUITECTURA
La neuroarquitectura es un campo de estudio que busca comprender cómo el entorno impacta directamente nuestras mentes y emociones. Explora el equilibrio existente entre la ciencia y el diseño, y su colaboración para mantener y crear espacios que fomenten el bienestar y la productividad.
Hablar de neuroarquitectura es entender que esta no solo depende de factores tangibles, como las texturas, los materiales y la iluminación, sino que entran en juego factores no visibles, como los sonidos, los olores y la calidad del aire, provocando experiencias multisensoriales. Además, se mide el confort térmico de los espacios, identificando y regulando áreas en las que el calor excesivo puede causar incomodidad a los usuarios.
WAYFINDING
Según Paul Arthur y Romedi Passini, expertos en el campo del diseño ambiental y el wayfinding, en su libro “Wayfinding: People, Signs, and Architecture” (2018).
“El wayfinding es una disciplina que combina el arte y la ciencia del diseño para crear entornos fácilmente navegables y comprensibles, mejorando así la experiencia del usuario en el espacio construido.”
Para profundizar en este tema y comprender cómo funciona nuestro cuerpo en cada espacio que habita, recomiendo el primer libro en castellano sobre neuroarquitectura: “Neuroarquitectura: Aprendiendo a través del espacio”. La autora Ana Mombiedro, arquitecta especializada en neurociencia y percepción, ha investigado desde el año 2014 las relaciones entre el espacio construido y el comportamiento humano, desgranando las implicaciones emocionales, fisiológicas, cognitivas y sociales que subyacen nuestra experiencia dentro de un espacio. Sin duda, es un libro que nos ayuda a conectar la neuroarquitectura con el diseño arquitectónico.
La importancia de este campo de estudio es poder crear entornos que no solo satisfagan las necesidades prácticas, sino que influyan en la conexión de cada persona con el espacio. De esta manera, el diseño irá más allá de lo estético, convirtiéndose en una importante herramienta para mejorar nuestra calidad de vida.